Fue en algún lugar del mundo. Sin nombre. Sin rastros en el mapa. Fue un lugar extraño, lejano. Fueron unos días sin noches, sin horas contadas ni realidades maquilladas.
¿Fue el azar sin más? Fue un dejar perderse… y un dejarse atrapar.

Abandonarse a la suerte de ser errante en un lugar extranjero. Se descubrieron piel a piel. Se rasgaron el alma. Los disfraces, simplemente, perecieron.

Fue un mundo dentro del mundo. La creación de un hogar absurdo y el deseo de permanecer para siempre en él. Se hallaron en un paradójico escenario y nuevos códigos surgieron en él. Es así como durante unos días mordisquearon pedazos de embriaguez.

Fue un adiós con huella. Porque quisieron alcanzar aquello impalpable.

Perdura ahora esa cicatriz deliciosa. Entre tanto aparece el recuerdo empolvado, levemente retocado por bellas traiciones que emergen de la fantasía. ¡Qué importa!

Fue el reconocerse y cerrar los ojos. Aflojar las riendas y dejarse atravesar.