Huellas humanas

Una vez un gran amigo me dijo: “La vida te va poniendo gente al frente”. Todavía no sé si la vida me sorprende con gente, o, por el contrario, soy yo, la eterna buscadora de esa gente.

Personas que vienen y van. Algunas deciden seguir existiendo en mi vida y ya no se van más. Están lejos, a veces muy lejos, pero las siento cerca. Otras se pierden en el camino, o me pierdo yo…Algunas relaciones se transforman y ese “no sé qué” llamémoslo vínculo, se esfuma entre mis manos. Triste. Triste y real. ¿Será que uno de mis pecados es la melancolía?

Siento que tengo gente repartida por diferentes partes del planeta. Pero digamos personas, no gente. A veces pienso que me gustaría juntar en una habitación a todas las personas que están repartidas por ahí, por el mundo, y que en algún momento compartimos pequeñas parcelas de nuestras vidas. Yo las observaría desde un agujerito…

Simplemente las observaría.

Sigo sin saber porque algunas personas se me ponen al frente y me dicen: Aquí estoy. ¿Será que todavía no sé desear sin gritar? ¿Quizá es que el deseo, de tan secreto que es, fisura el silencio?

Aunque lo más asombroso es cuando no deseo, o no sé si deseo, o me pierdo en mis deseos, y las personas aparecen de manera inesperada y también me dicen: Aquí estoy. Y es entonces cuando ese momento insólito y extraordinario al mismo tiempo, transforma en un simple parpadeo mis sentidos. Los cruces me regalan otros senderos por donde transitar.

Mi cuerpo está vestido de huellas humanas. Quizá en un tiempo descubra el porqué de estas huellas. O quizá no existe un porqué. Simplemente pasaron por mi vida, algunas se quedaron sin más, otras me atraparon, yo me dejé atrapar, otras se fueron sin mirar atrás.

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