Quiero retener las horas y guardarlas en urnas de cristal. Es imperativo. No acepto un “me gustaría” en mi pensamiento.
Las agujas del reloj aceleran el tiempo que huye de mis manos y se desvanece entre la lluvia pisoteada por las lágrimas.
Las horas se transforman en minutos. Los minutos en segundos.
Todos mis movimientos van acompañados de imágenes que desfilan por mi mente. Imágenes de un pasado reciente naufragando en el caos.
Y desearía tanto expresar mi pensamiento a través de las palabras que de mi boca salen entrecortadas por un perverso nudo que alguien me depositó en la garganta.
Me embriaga la necesidad de decir lo que quizá jamás dije ¿y por qué durante estas últimas horas?

Quiero secuestrar estas malditas horas y aferrarme a ellas sin apenas respirar. No quiero pensar en el mañana ni en el tiempo que vendrá.

Ya sé: guardaré en mis maletas esas horas intactas entre los recuerdos del ayer y cuando esté lejos, muy lejos, activaré la tecla “play”.

1 comentario:

Fett dijo...

Es curioso, como las horas caprichosas se rebelan y se escapan y vuelven sólo cuando les da la gana.
Si consigue secuestrar alguna avise como lo hizo.